Coincidiendo con el periodo electoral que se ha iniciado con el auto dictado por la jueza Lamela que reclama prisión incondicional para Junqueras y siete ex consellers, vayan por aquí unas líneas que pretenden ser una recomendación, quizás en vano, de la necesidad de apostar por menos testosterona y más oxitocina.
Ojalá recordemos que, gane quien gane, seguiremos siendo los mismos y seguiremos estando donde estamos, y que tendremos que seguir conviviendo. Las elecciones, los referéndums y las consultas son trámites, lo que cuenta es cómo nos relacionamos cada día, cómo nos tratamos, cómo convivimos y colaboramos unos con otros.
Recordemos que no se trata de vencer, de derrotar, de aplastar ni de conquistar; se trata de construir, de abrir puertas y caminos, de crear vías por las que podamos caminar todos.
Ojalá que estas elecciones, y el proceso que las precede, no sean instrumentos de revancha, venganza ni recriminación, sino ocasiones para la reflexión, el diálogo, la pedagogía. Que la pregunta en la mente de todos sea: ¿cómo podemos hacer para salir de este círculo vicioso en el que nos hemos metido? ¿qué lecciones debemos aprender de lo que ha pasado en estos últimos años, y qué tenemos que hacer para evitar que el ciclo vuelva a repetirse?
Recordemos, sobre todo, que mientras nos cegamos y nos obcecamos en nuestras batallas identitarias y en nuestras reivindicaciones locales el mundo se está yendo al carajo; que hemos superado ya casi todos los límites planetarios, que vivimos rodeados de injusticia, pobreza, miseria, explotación y destrucción inconcebibles, a las que activa o pasivamente contribuimos con nuestras acciones y con nuestra falta de acción, y que nos estamos jugando la viabilidad de la vida en la Tierra. Ojalá recapacitemos y pongamos en orden nuestras prioridades.
Menos banderas (y de paso, menos banderilleros). Aceptemos, si acaso, la blanca y la del arco iris.