POR MANUEL ORTIZ MARÍN.– En diversas ocasiones y por diferentes causas se ha señalado la actuación de los medios de comunicación masiva y su labor fundamental cuando se presentan huracanes, sismos o fenómenos de la naturaleza que causan devastación y muerte a su paso. Cuando suceden eventos de gran magnitud, los medios, generalmente, actúan en correspondencia con su responsabilidad social. Es decir, informan a la comunidad sobre las medidas preventivas, alertando de los peligros y orientando a sus audiencias sobre un comportamiento que evite mayores pérdidas humanas y materiales. Así lo hicieron los medios de comunicación durante el trayecto del huracán María, y el más reciente llamado Nate y su paso devastador por países del México, la zona del Caribe y Estados Unidos de Norteamérica.
En los terremotos del 7 y 19 de septiembre de este año que impactaron a la ciudad de México y a diversos estados del sureste del país, los medios en general iniciaron la cobertura minutos después de que ocurrieran los movimientos de tierra. El del 7 de septiembre, por su epicentro más lejano de la ciudad de México, paulatinamente se fue informando a las audiencias las dimensiones de la catástrofe en razón de la lejanía y de que no se tenía acceso inmediato a la zona del desastre.
Pero el terremoto del 19 de septiembre, la cobertura fue inmediata, particularmente la televisión, comenzó a transmitir las primeras imágenes de los edificios colapsados; sin embargo, fueron las redes sociales virtuales, particularmente Facebook el que generó un aluvión de imágenes, testimonios y vivencias de las personas y los hechos de manera exhaustiva por mucho tiempo y de manera permanente que incluso aún lo continua a semanas del evento.
Sin olvidar, que el celular fue de gran utilidad, si bien en un principio saturado por la cantidad de llamadas, sí fueron los mensajes de texto y el whatsapp los que ayudaron para la localización de las personas, tanto en la ciudad, como en el interior del país, e incluso quienes desde el extranjero requerían información de sus familiares o amigos que residen en la capital de México.
Podemos enjuiciar a los medios de comunicación masiva, particularmente los impresos y electrónicos, por la calidad del contenido de sus programas o su parcialidad informativa, pero en ocasiones como las que refiero son de gran utilidad para orientar, prevenir o simplemente poner en contacto a personas para saber su estado de salud cuando ocurren desastres como los ya citados.
Pero no todo es positivo, si bien la mayoría de los medios asumieron con ética su compromiso de informar verazmente en esos momentos de tragedia, otros optaron por lucrar con el dolor de las personas, se inclinaron por hacer periodismo amarillista y dramatizan hasta la exageración el actuar de las personas en medio del desastre. Y no se diga las noticias falsas (fade news), que invadieron, sobre todo las redes sociales virtuales, generando en muchos casos confusión, enojo, desánimo y provocando que las labores de rescate se convirtieron en objeto de asedio y escrutinio más allá de lo que implica la atención a la tarea desinteresada de muchas personas, hombre y mujeres que dedicaron su tiempo y esfuerzo por rescatar cuerpos o personas vivas. Aún con todo, los medios fueron y son importantes cuando ocurren estos desastres naturales como el que ocurrió en el lejano 1985, que también, cosas de la vida, coincidió en la misma fecha 19 de septiembre de 2017. ¿Usted qué opina?