Antes de marchar a Ruanda le pedí a un compañero fotoperiodista que me enseñara lo básico para disparar sólo en manual. Más allá de las nociones técnicas, los consejos que compartió fueron imprescindibles; de hecho, dos de ellos se me quedaron grabados a fuego. El primero surgió cuando le comenté la posibilidad de comprarme un objetivo, ya que mi cámara no tiene mucho zoom. Para qué quieres un objetivo, me preguntó. Pues por si tengo que fotografiar objetos o personas que estén lejos, respondí. Su réplica me fulminó: “Eres periodista, si quieres fotografiar algo que esté lejos te acercas”.
Me lo dijo con tal sencillez que hasta me sentí culpable por habérmelo planteado. Efectivamente, era obvio. Al final en eso consiste todo esto del periodismo, en aproximarte, en empatizar; “en romper la distancia que te separa con esa persona”, tal y como él mismo afirmaría después. El segundo consejo guarda relación con el primero: siempre que sea posible, acércate a la gente a la que has fotografiado para enseñarles el resultado e incluso para ofrecerle una copia de los archivos. La cosa es sencilla: ellos te dan sus momentos, sus rostros, sus miradas; tú les debes algo.

Una niña carga leña en un camino rural de las montañas de Ayutla / José Pedro Martínez
A mi juicio, una de las mejores maneras de saldar esta deuda con los fotografiados es dar a conocer sus realidades, especialmente cuando éstas pueden ayudar a concienciarnos. Y eso ha hecho este compañero: José Pedro Martínez es autor de una colección fotográfica sobre migración mexicana que permanecerá expuesta en la Universidad Miguel Hernández de Elche hasta el 31 de mayo. La muestra, fruto de un trabajo de documentación de más de seis años sobre el terreno, está compuesta por dos series fotográficas que retratan realidades que deben ser conocidas. Por una parte, la de los mexicanos deportados en la frontera con Estados Unidos; por otra, la que se vive en las montañas de Guerrero, una de las regiones más pobres del país y lugar del que provienen muchos de estos migrantes.
La colección tiene alma. El trabajo gráfico de José Pedro Martínez se caracteriza por la fuerza de los rostros retratados y el ambiente que recoge –o que crea al disparar, no lo tengo muy claro– en escenas del día a día y en momentos específicos. Es la realidad: «El fotoperiodista tiene una intencionalidad cuando compone la pieza», decía en una entrevista, «pero la característica de la fotografía, al contrario de otros formatos que pasan el filtro del redactor, es que captura un momento y no hay más discusión«.
Hace un tiempo hablé con un buen amigo, también entendido de la fotografía, quien me contó la historia de Vivian Maier, la niñera fotógrafa. Me dijo lo mucho que le maravillaba la fotografía de esta señora por su capacidad de componer piezas tan especiales en entornos tan cotidianos. Comentó que le parecía muy bien la técnica de crear ambientes más bien artísticos, de jugar con figuras y desenfoques y encuadres novedosos; de buscar ángulos imposibles y revelar una pieza sorprendente. Pero, me confesó, para él la fotografía era otra cosa: era la obra de Vivian Maier, su mirada fotográfica. Al escuchar sus palabras, no pude evitar enviarle las fotografías de José Pedro para que me diera su opinión: “Si le conoces, dile que son maravillosas. Son únicas, dentro de la idea que tengo de la fotografía”, me contestó. No en vano, José Pedro ha vivido circunstancias de todo tipo: ha estado en las fosas de Veracruz, ha compartido campamento con los migrantes haitianos, se ha codeado de grandes profesionales y ha escuchado durísimas historias de la mano de sus protagonistas.

Campamento improvisado en la terraza de un hotel (Mexicali, Baja California) – José Pedro Martínez
José Pedro dice que cualquiera puede ser fotoperiodista siempre y cuando tenga cámara y compromiso. También dice que la mirada se entrena, y él es el que entiende de esto, pero yo no me lo acabo de creer. Yo creo que con la mirada se nace, es la técnica lo que puedes entrenar. Quizás trasciende de eso; quizás la mirada forma parte de la esencia, y creo firmemente que la esencia es algo muy importante en esta profesión. Me explico: el periodismo –el periodista– puede ser muchas cosas y puede tomar muchas formas, pero ante todo debe ser honrado. Y eso es precisamente lo que hace admirable la fotografía de José Pedro: su honradez. Y su compromiso. Así que si tenéis posibilidad, pasad por la UMH. No todos los días se nos presta la oportunidad de mirar lo que sucede al otro lado del mundo: mucho menos de hacerlo a su manera, «sin cerrar los ojos».