El próximo domingo 6 de agosto, a las 8,45 horas de la mañana, se cumplirán 61 años de una de las mayores atrocidades jamás realizada por el hombre: el lanzamiento de la bomba atómica sobre la ciudad japonesa de Hiroshima. Murieron 140.000 personas, millones de heridos, millones de enfermos, millones de familias destrozadas.
Sólo tres días después, los americanos lanzaban su segunda bomba atómica, en este caso sobre la ciudad de Nagasaki, con el resultado de 74.000 muertos. Todos los años, cuando llega el 6 de agosto las autoridades de Hiroshima celebran una ceremonia en memoria de todas aquellas víctimas, es un acto de paz para expresar su deseo de abolir las armas nucleares y conseguir una paz mundial perpetua. Quizás este año, por la actual coyuntura internacional, ese alegato por la paz tenga más sentido que nunca.
Y todo eso tendrá lugar en una ciudad nueva, reluciente que este mes de agosto ejercerá como anfitriona del Mundial de Baloncesto, en concreto del grupo de equipos en donde se encuentra España. Precisamente, el técnico del equipo español, Pepu Hernández me comentaba hace algunos meses, a raíz de conocer que jugarían en Hiroshisma que "es una ciudad que ineludiblemente invita a la reflexión, invita a pensar que es necesario trabajar por una paz mundial que nunca llega porque los señores de la guerra siguen empeñados en mantener su gran negocio a costa de vidas inocentes".
Antonio Muñoz Molina: "Quien inventa el horror quiere magnificarlo para lograr un efecto del que no está seguro: quien lo ha vivido intuye que basta su simple enunciación para transmitir toda su naturaleza monstruosa y tal vez siente también el pudor de no exhibir demasiado abiertamente sus heridas, y la necesidad de contener o domar todo el espanto de la memoria en una forma objetiva, casi impasible"