EL COMENTARIO
Que no se confunda nadie, un euroescéptico es un antieuropeísta por naturaleza y estos días muchos de ellos campan a sus anchas por el viejo continente, máxime después de que el ministro de Exteriores del Reino Unido, Jack Straw, anunciara hace unas horas que el referéndum británico para la ratificación de la Constitución Europea ha pasado a mejor vida. Tras el varapalo francés y holandés, tanto Chirac como Schöder hacían un llamamiento para evitar más maniobras traumáticas antes de la cumbre que el Consejo celebrará los próximos 16 y 17 de junio. El llamamiento ha caído en saco roto porque, básicamente, el Reino Unido maneja estos días ese tiempo político del cuanto peor mejor que ahora mismo tanto les conviene. Euroescépticos por vocación, los británicos tomarán dentro de unas semanas las riendas de la UE, la presidencia de turno, y lo harán finiquitando el proceso constitucional, con el eje franco-alemán muy tocado, y con la posibilidad de impulsar su modelo de Europa, un modelo que prima la UE como mercado, por encima de lo social y que huye de cualquier atisbo federalizante en lo que a organización política se refiere.
El ministro de Asuntos Exteriores británico, Jack Straw
Otros euroescépticos felices con el actual totum revolutum los tenemos en Italia, país cuyo Parlamento ratificó hace algunas semanas la Constitución Europea. El ministro de Reformas del Gobierno de Italia y miembro destacado de la Liga Norte, Roberto Calderoli, ha respaldado la propuesta de su compañero de partido y ministro de Trabajo, Roberto Maroni, en favor de la abolición del euro, y ha sugerido la creación de una nueva moneda ligada a la cotización del dólar o resucitar la lira también vinculándola a la divisa norteamericana. Dichas barbaridades han sido publicadas en una entrevista en el prestigioso diario La Repubblica.
En España, no se llega, ni mucho menos, a los casos comentados, pero algunos sectores de la derecha española, en clave interna de desgaste al Gobierno socialista mantienen el discurso crítico sobre el apoyo o no al eje franco-alemán, debilitado pero fundamental para salir de la crisis y para proseguir con la construcción europea. Abandonar el eje franco-alemán fue un error, ya subsanado, y ahora el actual Gobierno debe reforzar la cooperación transatlántica. De igual modo, tras el chasco francés, el anterior presidente del Gobierno, José María Aznar sigue anclado en la defensa numantina del Tratado de Niza, un acuerdo que las mentes más lúcidas del Partido Popular, en materia de política exterior, consideran insuficiente para los nuevos retos de la Europa de 25.