Con las últimas declaraciones de Corinna Zu Sayn-wittgenstein, a la que se relacionó con el exjefe del Estado, el rey Juan Carlos I vuelve a estar en la picota. Aunque las afirmaciones que se vierten en las grabaciones deben ser verificadas todavía, no dejan de ser una oportunidad para debatir sobre el papel de la monarquía como sistema de gobierno.
Hace tiempo que la Monarquía como institución se considera caduca por muchas sociedades, sin embargo, en España hay una relación especial, a veces contradictoria. El hecho de estar subyugados por una dictadura militar durante cuatro décadas y que Juan Carlos I fuera designado directamente por el dictador, es una de las razones más frecuentes entre los que desconfían de los Borbones para dirigir el Estado.
En este sentido, podríamos pensar que aquellos que todavía apoyan las ideas fascistas del pasado, deberían respaldar a la familia real, pero no es del todo así. Algunos de los seguidores del dictador, no perdonaron nunca a Juan Carlos I que virara hacia la democracia el 23F (todavía está por saber cuál fue su papel antes y durante el golpe de Estado). Por eso la idea de relacionar el sentimiento republicano al pensamiento de izquierdas y el apoyo a la monarquía con la derecha, no es del todo cierto, pero es una asociación muy común en España.
Pero más allá de los condicionantes históricos o ideológicos, otro de los argumentos que esgrimen los partidarios de la monarquía es la preparación/formación que tienen los herederos, confeccionada exprofeso para su tarea. En este caso, deberíamos de cuestionarnos por qué no elegimos políticos preparados, por qué no exigimos a los partidos candidatos formados, que sepan idiomas, que tengan una formación académica y experiencia profesional avalada, ¿o sólo nos conformamos con un jefe del Estado formado y que el presidente del Gobierno sea cualquiera? Esto también implica una desigualdad propia del feudalismo, ¿los infantes tienen garantizada una formación de calidad sólo por haber nacido en esa familia?.

By El Español
La aparición de estas grabaciones en las que se destapan testaferros de Juan Carlos I, me han llevado a plantearme la cuestión ética y moral de la monarquía. Max Weber ya diferenciaba entre ‘ética de la convicción’ y ‘ética de la responsabilidad’, aquella que antepone tus intereses o convicciones morales por el bien general y parece que el rey emérito no ha cumplido ninguna.
Si nos centramos en la Constitución Española (1978), esa que está tan de moda últimamente pero que casi nadie ha leído, se acepta la Monarquía Parlamentaria como sistema de gobierno diciendo en su artículo 56:
1. El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones, asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica, y ejerce las funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes.
En este sentido, los españoles confían en los valores éticos y morales que representa en teoría la Corona: se les concede legalmente el papel de arbitraje institucional, pero que el rey emérito cobrara comisiones por cerrar acuerdos, pone de manifiesto su propio interés económico y no tanto el de España, ese que tanto ha utilizado y del que se ha erigido abanderado. Entonces, ¿qué sentido tiene la institución si pierde los valores que se le presuponen? ¿estamos a las puertas de la tercera y definitiva república?
Sería deseable que se depuraran responsabilidades a nivel legal, pero la Constitución protege al rey durante su mandato:
Art. 56. 3. La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad. Sus actos estarán siempre refrendados en la forma establecida en el artículo 64, careciendo de validez sin dicho refrendo, salvo lo dispuesto en el artículo 65.2.
Ahora queda un debate jurídico dependiendo de cuándo se cometieron los supuestos fraudes (si todavía era rey) y si ahora que sólo está aforado podría juzgársele porque sigue teniendo dinero a nombre de testaferros. Pero independientemente del curso judicial, la monarquía va sumando escándalos que le van a herir de muerte, pues el descrédito moral es mucho más difícil de subsanar, ante una sociedad que cada vez rompe más tabúes, que cuestiona todo y que ha perdido el miedo a cambiar las cosas
Los cortesanos defienden al rey atacando a Corinna, utilizando el género de forma misógina, dejando entrever que es una aprovechada y que “está despechada”, ¡como si el rey emérito fuera una perita en dulce al que debería estar agradecida por permitirle tener una relación con él! pero bueno, esto ya es harina de otro costal.