Un nuevo país ha nacido en el entorno europeo y Europa no sabe bien que hacer con él. Kosovo es una patata caliente para los mandatarios de la Unión Europea, divididos entre partidarios y contrarios a esta independencia unilateral que lógicamente provoca incertidumbre en países como España. De nuevo, Europa se mueve en términos de ambigüedad calculada y vergonzante. Sea como fuere, una vez Bruselas haga oficial su ambigua postura, no queda otra que apoyar el fortalecimiento de unas bases democráticas y de convivencia en esa convulsa zona que tenemos a dos horas de avión y que no podrá sobrevivir sin el impulso de la UE. Europa arrastra desde hace décadas sus vergüenzas por los Balcanes, no caben más tibiezas, Kosovo es un polvorín y la UE tiene la responsabilidad de que no estalle otra vez por los aires porque su población civil ya ha sufrido demasiado.
UN SUEÑO QUE COSTÓ MUCHA SANGRE
UNA POSICIÓN COMÚN, LLENA DE DISCREPANCIAS
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