Una espiral de estupidez, quizás generada por el nerviosismo, parece no tener final en el PP valenciano. El último episodio ha sido la burda censura de fotografías de la exposición Fragments d’un any que nos da muestra de la falta de talante democrático del presidente de la Diputación de Valencia y alcalde de Xátiva, Alfonso Rus. No es la primera vez que este político ha cometido excesos. Por desgracia, desde Castellón a la Vega Baja, la política valenciana está salpicada de este tipo de caciques tardofranquistas.
El director del Muvim, el señor Romà de la Calle ha dimitido y recibido el apoyo de centenares de personas que consideran este asunto como un ataque frontal a principios fundamentales. La Unió de Periodistes Valencians, como organizadores de la exposición, actuó rápido retirando toda la muestra y cargando contra los censores: el diputado del PP, Máximo Caturla y su jefe, el mencionado Rus, que fueron quienes ‘puentearon’ a De la Calle y ordenaron retirar de la exposición las fotos relacionadas con el caso Gürtel y alguna más. La Asociación Valenciana de Críticos de Arte también se ha sumado a las críticas y movilizaciones y seguro que luego vendrán otras. También en las redes sociales se ha producido un movimiento crítico importante.
Pero, pese a esta reacción ciudadana ante una gravísima, a la par que torpe, ingerencia política en la gestión cultural valenciana, el problema de fondo comentado es una forma de hacer política populista y caciquil que más tiene que ver con el chavismo que con las democracias europeas. Una forma de hacer política que por otra parte ha sido asimilada y normalizada por un importante sector de la derecha valenciana que la respalda con sus votos elección tras elección. Es lo que hay.