Criando ratas

Ratas mediocres que dominan nuestras vidas.

Ratas mediocres que dominan nuestras vidas.

(Gracias Rubén por inspirarme para esta pequeña fábula… te ‘copio’ el título y la última frase del texto…y alguna idea de mi siempre admirado ‘Kapu’)

Esta historia describe el modo en que el poder cambió a los hombres en ratas. Como se alteraron sus comportamientos y mutaron hasta convertirse en roedores ávidos de la sangre de las demás especies. La fábula en cuestión surge de la observación, de prestar atención al comportamiento de las ‘ratas cortesanas’, de explorar en los detalles. Llevo mucho conocimiento acumulado sobre este lugar dominado ya demasiados años por las ratas, conozco la corte y sus cortesanos rateros y conozco a los nobles animales dominados por esta situación injusta que se eterniza.

Curiosamente la especie mutada fue la ‘Novergicus’, la más común en nuestro entorno, originaria de China (es solo un dato, no hay que darle más vueltas, el drama que aquí se narra es endógeno no exógeno). Desde ese fatal momento, la expansión de las ratas ha sido tremebunda. De una rata nace una rata. Son una especie que se reproduce a velocidad de vértigo, su coito es una metáfora de sus grises vidas… dura dos segundos y en un mes la hembra pare veintidós ratitas. De sur a norte, de oeste a este, todas nuestras tierras se fueron llenando de ‘Novergicus’ que en el caso de los machos (y hembras) dominantes eran más grandes que conejos y enormemente agresivas. La tiranía de las ratas propició una era de mediocridad supina. Emergieron a raudales de los subsuelos de los edificios, de las galerías subterráneas, de las alcantarillas y los pozos más oscuros. Las redes de poder, de clientelismo, la corrupción generalizada, el enchufismo más ratero se propagó al mismo ritmo que sus fecundaciones. La creatividad, el talento, el mérito, la originalidad, el espíritu de superación, el esfuerzo, la personalidad, la crítica, el pensamiento libre, pasaron a mejor vida porque las grandes ratas de Palacio lo metieron todo eso en un cofre gigante sellado con 1001 candados.

Estas repugnantes ratas pardas ya no se esconden, se han aliado con las cucharachas. El resto de animales, asustados, timoratos, pusilánimes las sufre y padece cada día, son víctimas de la tiranía de sus decisiones, pero por el momento no se levantan en armas porque la inseguridadconfusión y el miedo reina en sus cabezas y en sus corazones.

Estoy seguro que vendrán tiempos mejores. Lucharé sin pausa para que así sea. Me comprometo a luchar contra la mediocridad y pegarle una patada en su feo culo peludo a todas y cada una de las ratas pardas que se pongan en mi camino.