El grito

El grito, de Munch expuesto en el British Museum de Londres.

En la famosa secuencia de cuatro pinturas de Edvard Munch, tituladas El grito, el protagonista de los lienzos no gritaba, se tapaba los oídos horrorizado ante el grito de otro. Yo hoy me siento así y como Munch, siento «un gran grito en toda la naturaleza».

Hace ya unos cuantos años, poco después de la caída de las Torres Gemelas en Nueva York, sentí la necesidad de poner en marcha este espacio de reflexión personal, un lugar donde expresarme libremente, ser yo mismo y transmitir el pensamiento europeísta (muy académico) en el que creía. Nos hemos hecho mayores, para bien y para mal, y mi europeísmo navega en un mar de dudas. Hoy, desde luego, no creo en esta Unión Europea actual que se fue dejando por el camino sus esencias fundacionales, la más importantes la cohesión y la solidaridad. Los atentados de Nueva York, como luego la crisis económica de 2008, y ahora esta maldita pandemia que bien podríamos asociar a la crisis climática, han marcado el devenir de este siglo XXI lleno de errores e incertidumbres. La modernidad líquida que nos ha tocado vivir está marcada por ese grito insufrible que muchas veces me obliga a taparme los oídos.

En este confinamiento insólito para todos, Potter (mi perro) y yo hemos estrechado aún más nuestros vínculos. Él no sabe que se ha convertido en mi salvoconducto perfecto para escuchar todas las noches el silencio de la ciudad donde vivo. Un silencio que a veces se rompe por un grito inoportuno e impertinente que me causa un profundo desasosiego. A mí también me gustaría gritar, pero callo, hablo con Potter, me calmo y sigo andando y disfrutando del silencio. Me gustaría gritar más alto que todos para poner en valor el trabajo increíble de los sanitarios y no sanitarios que trabajan en las Urgencias de los hospitales públicos y a los que reconforta nuestro aplauso diario, pero a los que aún reconfortaría más no sufrir recortes y trabajar en las mejores condiciones posibles. Todo mi reconocimiento, respeto y apoyo para ellos/as. Sé bien de lo que hablo, tengo una de esas heroínas reales en mi propia casa.

Parte del equipo de Urgencias del Hospital General de Alicante.

Mi primer foco de atención, por razones obvias, está en el Hospital General de Alicante, pero mi segundo foco está mucho más lejos, a miles de kilómetros y lo sitúo en el Hospital de Nemba (Ruanda). Imagino con que angustia se está viviendo en el África subsahariana los primeros contagios, en países donde no existe ni el agua corriente, ni el jabón, ni los medicamentos más básicos, ni el puto Mercadona. La pandemia allí puede ser devastadora. Todos los días entro como un poseso en el Coronavirus Resource Center de la Johns Hopkins University miro la evolución del virus en Ruanda y en otros países de la región y también me gustaría gritar. Gritar para alertar a los incautos, a los egoístas, a los intolerantes, a los ignorantes, a todos esos estúpidos insolidarios que acaparan ‘papel del culo’ que sólo se miran su ombligo ‘eurocéntrico’ que creen que una pandemia se cura con banderas y rezos y que no entienden que invertir en sanidad, educación pública, investigación, ciencia, desarrollo sostenible y en cohesión social nacional e internacional es nuestra única forma de sobrevivir como especie.

Entrada al Hospital de Nemba, en el corazón de Ruanda.

Este episodio tristemente histórico nos hará diferentes. Todo será diferente tras esta crisis. Deberíamos repensar lo que son, significan y la involución sufridas por las democracias occidentales y en ese mismo marco y/o contexto repensar el papel de un sistema capitalista sin control, voraz que nos está llevando al precipicio climático. Habrá que repensar la globalización y en el plano doméstico habrá que repensar España, aprender a no gritar y mirar mucho más allá de banderas y rezos.

Si habrá paz para los malvados

Que el sistema es despiadado ya lo sabíamos, pero en estos momentos de crisis sanitaria que vivimos ha dejado al descubierto todas sus miserias más abiertamente que nunca.

La posibilidad de realizar un ERTE se ha convertido en la excusa perfecta de grandes empresas para amortiguar el golpe que van a sufrir sus cuentas de resultados anuales. Que Amancio Ortega, el hombre más rico de España, declarara unos beneficios netos de más de 3.600 millones de euros en 2019, se contrapone con la implantación de un ERTE valorado en 45 millones de euros para afrontar el cierre de sus tiendas. No está dispuesto a dejar de ganar este año ni un euro, y como él otros tantos como Burguer King, que finalmente no ha sido aceptado por el Gobierno o Meliá. Y se espera que el número de parásitos del sistema aumente los próximos días.

Se nos piden esfuerzos a los ciudadanos, que entendamos la situación, que no vamos a trabajar y que en el mejor de los casos tendrás un ERTE cobrando el 70% de tu sueldo; y al Gobierno que amortigüe las pérdidas y que proporcione liquidez, pero cuidado porque no son lo mismo.

Que una empresa no tenga liquidez para afrontar los pagos es una cosa y que quiera que sus pérdidas las asumamos los ciudadanos, pagándolas el Gobierno, es otra. Las medidas para facilitar la primera son claras: facilitar préstamos a bajo interés por el Estado, no pagar cotizaciones, moratorias, pago el sueldo de los trabajadores en un ERTE, etc. Pero los grandes empresarios quieren más, quieren seguir ganando lo esperado y no están dispuestos a perder nada en esta crisis, en la que perdemos todos.

Casos de Coronavirus en todo el Mundo. Enlace seguimiento New York Times

Estar por encima del bien y del mal, por encima de las leyes, de la ética… justificándose en los puesto de trabajo que dan, como si sus producciones masivas no fueran posibles gracias al trabajo de esas personas. Seguimos con la mentalidad original del capitalismo, el capital es el motor de la sociedad y debemos estar agradecidos de que nos concedan el honor de trabajar para ellos, cuando igual deberían estar agradecidos esos empresarios de que esa mano de obra les permite fabricar en masa y vender esos volúmenes. El capital sin la mano de obra no es nada o ¿acaso Amancio Ortega podría diseñar, coser, transportar y vender sus ropa él solo?

Algunas empresas están pidiendo a sus trabajadores que se cojan vacaciones en este periodo, siendo ilegal, otras están parando trabajos que son factibles realizar con teletrabajo, otras no están parando… los niveles de piratería e irresponsabilidad que estamos encontrando son variados y hay para todos los gustos.

Esta crisis me deja varias lecciones:

  • La humanidad está totalmente fragmentada en una concepción individualista y egoísta de cada ser humano, no solo han conseguido desdibujar la conciencia de clases, sino que también se han roto los nexos de solidaridad y comunidad como especie. Cuando compras papel higiénico pensando solo en ti, en tus necesidades irracionalmente engordadas, no piensas en el resto de tus congéneres y en un acto san insignificante, dejas patente que solo te importas tú.
  • Las empresas no están dispuestas a perder nada en esta situación y así será. El único consuelo, es que podré identificar a aquellas que realmente sean solidarias y éticas y cuáles no, de modo que cuando pase todo esto no consumiré sus productos o servicios. Me encantaría que aquellos ciudadanos, conscientes de esto y que puedan hacerlo, lo hicieran también, pues el dinero es lo único que mueve a estas empresas y es la herramienta que tenemos como consumidores.
  • Finalmente, queda claro que somos una plaga en el planeta. Con solo un mes de paro en China y dos semanas en otros países europeos, las Tierra se está recuperando: el aire mejora, las aguas se limpian, hay más pájaros, las plantas crecen… Si esto está pasando en tampoco tiempo, qué sería posible si cambiáramos un poco nuestra forma de vida y la mantuviéramos en el tiempo.

Dicen que un meteorito pasará cerca de la Tierra, igual esta sería la única forma de que no haya paz para los malvados.